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Al sur de San Ignacio, se encuentra esta maravilla única llamada Teyú Cuaré que en guaraní significa teýú=lagarto y kuaré=cueva. Es decir: La cueva del lagarto.
El Teyú Cuaré se encuentra dentro del Parque Provincial Teyú Cuaré, el cual se creó con la finalidad de proteger un interesante afloramiento rocoso de singular valor paisajístico, sus cavernas naturales sirven de refugio a numerosas especies de murciélagos, su flora con especies muy localizadas, es un sitio de valor folklórico-histórico-cultural que ha servido de inspiración al escritor Horacio Quiroga; que se suma a las ruinas jesuíticas en sus cercanías.
El "Parque Provincial Teyú Cuaré" se encuentra al lado de la "Reserva Natural Osununú" que actualmente pertenece a la Fundación Temaikén, donde también se encuentra el Peñon Osununú.
Es una estribación de la región premontañosa en la planicie ondulada cuyas geoformas son el producto del modelado fluvial, pertenece a la franja costera del río Paraná y se extiende desde el arroyo Yabebiry hacia el Norte y desde el Paraná hasta unos 20 km, hacia el interior siguiendo una franja más o menos uniforme hacia el Norte.
El origen geológico es diferente al resto del suelo de Misiones. Existen en la zona cursos de agua temporarios que drenan hacia el Paraná y el arroyo Yabebiry. En cuanto a la vegetación, ésta es una zona de transición entre las selvas mixtas y el distrito de los campos, abarca también una pequeña porción del ambiente de las selvas marginales del Río Paraná.
Este hecho también incide en la presencia de faunas con especies que pasan de un ambiente a otro buscando siempre el que le resulte más apropiado a sus necesidades biológicas básicas, alimentación, reproducción y abrigo.
“Conocido es en el Alto Paraná el Cerro de la Reina Victoria, cortado a pico sobre el río y en cuyas aristas se puede ver desde un barco y con ojos de turista el perfil de la reina Victoria de Inglaterra.
Al lado de este cerro, a unos doscientos metros, hay otro cerro de igual altura y parecida conformación, y entre los dos cerros hay naturalmente una quebrada. Internándose un poco por dicha quebrada al llegar a la altura de unos cincuenta metros, se halla una gruta que presenta todo el aspecto de un refugio de animal antediluviano. Y enfrente, en la costa paraguaya, desemboca un arroyito cuyo curso desciende en zig zags regulares. La región se llama Teyú Cuaré.
Un día, andando en busca de orquídeas, me interné por la boscosa quebrada, y llegué a la musgosa gruta, y escudriñando sus rincones encontré un objeto que a primera vista me pareció una uña gigantesca que habría pertenecido a algún animal prehistórico.
Pero después de examinarla descubrí que se trataba de un casco de caballo que quizá fuera el resto del banquete de una onza.
No obstante la poca importancia del hallazgo, guardé el casco y más tarde se lo mostré a mi vecino don Luis Bade, hombre de probada erudición y curioso por todas las cosas raras. Lo observó pensativamente, me miró con gesto seguro y dijo en tono misterioso:
- Esto… es una escama del dragón teyú, que en otros tiempos habitó una cueva cuá y que ya no es más ré: teyú-cuá-ré.
Este dragón vivía tranquilamente en su gruta y desde allí atisbaba de continuo el jirón de río que limitaban los altos paredones de los dos cerros. De vez en cuando un guaraní en su piragua se aventuraba a navegar por la región, y entonces al enfrentar el indio los dos cerros, el horrible teyú descendía por la quebrada con la violencia de un huracán, y se lo comía con piragua y todo. Siempre había indios que comer, porque ninguno regresó para contar lo sucedido. Y esto duró largos años.
Se sabe que en una ocasión, el animal vio aparecer a su presa y como de costumbre se lanzó sobre ella, pero le costó engullirla, era no ya una piragua sino una gran canoa con cinco hombres blancos muy gordos y vestidos de negro. Esta vez el teyú se dio el atracón de jesuitas de la reducción de San Ignacio.
Pasaron los años. Hasta que una noche, se oyó un extraño rumor que espantó a los yacarés y enmudeció a las aves nocturnas. El ruido aumentó rápidamente y llegó a oírse un fragoroso rechinar de hierros y tremendos resoplidos acompasados. La jungla quedó en suspenso. El dragón enfurecido esperó en su gruta a que el enemigo enfrentara la quebrada. Llegó el momento, descendió hacia el río en carrera aciclonada y fue a estrellarse contra el primer barco a vapor que rugiendo y echando chispas remontaba el Alto Paraná. Entonces dolorido y avergonzado por la derrota cruzó el río para internarse y esconderse en los bosques del Paraguay, y con la cola trazó el cauce en zig zags de ese arroyo que desemboca frente a los dos cerros del Teyú Cuaré”.
Para facilitar el contacto de los participantes con la actividad, los participantes podrán realizar consultas, enviar sugerencias o realizar algún reclamo escribiendo un email a la dirección argentinanetworkdv@gmail.com indicando en el asunto la referencia:
"Conociendo Argentina".